El científico y escritor inglés Paul
Davies (1946), que se doctoró en Física y Astronomía en la
Universidad de Londres y que desde hace décadas se desempeña como
profesor en la Universidad Nacional de Arizona, en los Estados
Unidos, hizo hace años una afirmación fenomenal y valiente. En su
libro “Un silencio inquietante” (Editorial Crítica, edición en
español, Barcelona, España, 2011), en el capítulo “¿Y qué hay
de todas esas historias de ovnis?”, revela que “las encuestas nos
dicen que nada menos que 40 millones de estadounidenses han visto
algo que han descrito como un ovni, objeto volador no identificado
(NdR: traducción de UFO, por unidentified flying object)”. Desde
1947 el tema viene revolucionando al mundo en torno de la pregunta
sin respuesta: ¿hay o no habitantes del Universo que nos andan
visitando?
Esa cifra representa uno de cada 13,3%
de habitantes de ese país (su población actual es de unos 300
millones de personas).
Si existen o no habitantes en otros
mundos que están de visita por estos lares deben de ser mucho más
inteligentes que nosotros, ya que han podido llegar hasta aquí,
donde unos pocos terrícolas (una docena, en seis viajes del proyecto
Apollo entre 1969 y 1972) apenas han conseguido arribar hasta nuestro
satélite natural, la Luna, para dar unos pocos pasos y volverse,
tras comprobar que es un suelo inhóspito e inhabitable.
Paul Davies. |
Davies continúa: “Huelga decir que
nada de todo esto impresiona a los científicos. Para empezar, que la
lógica es errónea. No ser capaz de identificar algo como (factor)
X, no significa que debe ser (factor) Y. O podría ser (un factor)
Z”. Los ovnis se avistan por millares alrededor del mundo, cada
día, tarde o noche y en su mayoría su visión, sus características
se explican fácilmente como extraños fenómenos meteorológicos,
aviones observados en condiciones inusuales, planetas brillantes,
etc.
“Cabe admitir que hay un puñado de
casos difíciles, pero no hay ninguna línea divisoria clara que
separe los hechos que se resuelven de los casos que no. Así que es
tentador concluir que si puede explicarse el 95% de los
avistamientos, también podría señalarse que el 5% restante no se
puede dilucidar”, sigue Davies. Así, la cifra de quienes vieron
“algo” se reduce a poco más de dos millones de casos difíciles,
cantidad que, desde luego, no es nada despreciable.
Sin embargo, ese país está repleto de
bases militares, en las que hay unos 20.000 aviones cazabombarderos
cada vez más sofisticados y hasta varios bombarderos “invisibles”
(pero no insonoros), de extrañas formas. Todos son ultrasónicos y
su programa de entrenamiento y vuelos de prueba diarios es
importante.
Años atrás una muy inteligente colega
argentina que nos acompañaba en un paseo por el National Museum of
Air and Space (Museo Nacional Aéreo y del Espacio) en Washington D.
C. me advertía de “lo militarizado” de Estados Unidos, donde más
del 60% de los objetos de ese museo eran aviones militares de
diferentes épocas, desde los cazas Mustang P-51 a los jets Sabre
F-80 o los Mc Donnell Douglas.
Se exhibe la cabina de un bombardero de
la Segunda Guerra Mundial que supuestamente vuela sobre Alemania,
donde suena la música de una banda de jazz de fondo (quizá la Glenn
Miller Big Band) y se oye la voz de los pilotos: cinco maniquíes con
ropa de vuelo, en un ataque sobre Fráncfort o Hamburgo. Claro que
también hay una reproducción del Aguila (Eagle), la nave de la
Apollo XI que llegó a la Luna y la voz de Neil Armstrong señalando
situación y aproximación. También se ve por la ventanilla, en una
proyección auténtica, el grisáceo suelo de la Luna.
Otro caso cercano es la confusión que
se produce cuando supuestos avistamientos resultan ser del “Lucero
del Alba” (o sea, del planeta Venus, que en las madrugadas brilla
en el límite del horizonte al este o luego al oeste, con toda
intensidad, gracias a su espesa capa de nubes). También en otros
casos especiales hubo lanzamientos de cohetes (misiles) para analizar
la atmósfera a gran altura, especialmente uno en Inglaterra al que
Davies desenmascaró.
Hay estados del Viejo Mundo que
reconocieron y han establecido investigaciones sobre los ovnis. El
Gobierno británico ha registrado 11.000 casos desde 1950. Tras años
restándole importancia a este estudio, en fecha reciente hizo
público un buen fajo de archivos de ovnis a instancias de la ley de
libertad de información. Pero finalmente se indicó que “sea lo
que sea ese residuo, no se trata de la obra de alienígenas. El
gobierno no niega que se vean cosas extrañas en el cielo”,
concedió un portavoz. Pero por otro lado “ciertamente, carece de
pruebas de que hayan aterrizado en nuestro planeta naves espaciales
extraterrestres”. En su momento el Gobierno de Francia informó
sobre los 800 casos de los “crop circles” en un solo año. No dio
conclusiones, solo señaló que son absolutamente extraños, pues el
pasto no está cortado, sino “peinado”, como conté antes en otro
artículo de esta serie.
A todo este menjunje contribuye en gran
forma la tarea de difusión que algunos reconocidos mistificadores
hacen de todo lo observado a través de miles de años. Incluido lo
que alguna vez vio el profeta Ezequiel, quien caminaba junto al río
Chebar, en la tierra de Caldea, cuando contempló un brillante
torbellino del cual emergieron cuatro extrañas criaturas aladas, que
de manera superficial “se asemejaban a hombres y que venían
acompañadas de cuatro ruedas voladoras que brillaban cual si fueran
de metal bruñido y que al cabo de algún tiempo se elevaron del
suelo y se fueron volando...”.
Algunos de los investigadores más
serios son confiables hasta cierto punto y han escrito varios
tratados en los últimos años. Nos permitimos nombrar a estos, que
puede buscar vía Google: David Jebson, phd; Jason Martell; David
Childress; George Noory; Stanton Friedman y varios más. Hay
programas sobre el tema que se difunden por TV por cable que capturan
la atención de cientos de miles de fanáticos, que, sin haber visto
jamás nada, están convencidos de “la verdad de la milanesa”.
De los añejos, puedo mencionar al
uruguayo Fabio Zerpa, que insiste en si hubo o no consumo de vino
entre los avistadores, como una manera de descartar que fue una
visión de ebrios. A Zerpa lo entrevisté en el programa de TV
salteño que dirigía en los ochenta. Le mostré una foto en colores
de la zona de Lesser, donde aparecía un pequeño objeto alargado. Me
dijo que se trataba de una falla de revelado del laboratorio
fotográfico. No pidió ver el negativo... No me pareció nada serio.
Más popular es el mexicano J. J.
Benítez, que quiere convencernos de que ha habido cantidad de
“abducciones” (secuestros de terrícolas por aliens) y el popular
Erich von Daniken, que dice que determinadas figuras talladas en
piedra hace siglos en cuevas rupestres del Ecuador y México son
evidencia de antiguas visitas alienígenas y que hay figuras de
“sujetos que portan cascos similares a los de astronautas de hoy”.
No hay que olvidar a Allen Hynek, que tuvo en sus manos el proyecto
“Libro Azul”, luego descartado.
Como me señaló un amigo fotógrafo
hace pocos días: “Esos fantaseadores (famosos autores de libros)
pasaron de moda hace rato. A mí ya no me convencen. Cuando era un
muchacho creía que eran una realidad. Pero ahora nones!”.
Y bueno, si alguna vez ve algo,
cuéntelo a sus íntimos o busque la vía en internet y hallará una
tonelada de observaciones similares cada día en distintos y lejanos
lugares.
Yo jamás he visto nada anormal en el
vecindario de este sólido mundo, lo que no quita que mucha gente se
haya convertido a pie juntillas, en absolutos creyentes, como si
profesaran un culto religioso, y están aguardando un reencuentro...
Fuente: eltribuno.info (columna de Willy Wilde)
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