jueves, 17 de mayo de 2012

40 millones de estadounidenses dicen haber visto alguna vez un OVNI


El científico y escritor inglés Paul Davies (1946), que se doctoró en Física y Astronomía en la Universidad de Londres y que desde hace décadas se desempeña como profesor en la Universidad Nacional de Arizona, en los Estados Unidos, hizo hace años una afirmación fenomenal y valiente. En su libro “Un silencio inquietante” (Editorial Crítica, edición en español, Barcelona, España, 2011), en el capítulo “¿Y qué hay de todas esas historias de ovnis?”, revela que “las encuestas nos dicen que nada menos que 40 millones de estadounidenses han visto algo que han descrito como un ovni, objeto volador no identificado (NdR: traducción de UFO, por unidentified flying object)”. Desde 1947 el tema viene revolucionando al mundo en torno de la pregunta sin respuesta: ¿hay o no habitantes del Universo que nos andan visitando?


Esa cifra representa uno de cada 13,3% de habitantes de ese país (su población actual es de unos 300 millones de personas).

Si existen o no habitantes en otros mundos que están de visita por estos lares deben de ser mucho más inteligentes que nosotros, ya que han podido llegar hasta aquí, donde unos pocos terrícolas (una docena, en seis viajes del proyecto Apollo entre 1969 y 1972) apenas han conseguido arribar hasta nuestro satélite natural, la Luna, para dar unos pocos pasos y volverse, tras comprobar que es un suelo inhóspito e inhabitable.

Paul Davies.
Davies continúa: “Huelga decir que nada de todo esto impresiona a los científicos. Para empezar, que la lógica es errónea. No ser capaz de identificar algo como (factor) X, no significa que debe ser (factor) Y. O podría ser (un factor) Z”. Los ovnis se avistan por millares alrededor del mundo, cada día, tarde o noche y en su mayoría su visión, sus características se explican fácilmente como extraños fenómenos meteorológicos, aviones observados en condiciones inusuales, planetas brillantes, etc.

“Cabe admitir que hay un puñado de casos difíciles, pero no hay ninguna línea divisoria clara que separe los hechos que se resuelven de los casos que no. Así que es tentador concluir que si puede explicarse el 95% de los avistamientos, también podría señalarse que el 5% restante no se puede dilucidar”, sigue Davies. Así, la cifra de quienes vieron “algo” se reduce a poco más de dos millones de casos difíciles, cantidad que, desde luego, no es nada despreciable.

Sin embargo, ese país está repleto de bases militares, en las que hay unos 20.000 aviones cazabombarderos cada vez más sofisticados y hasta varios bombarderos “invisibles” (pero no insonoros), de extrañas formas. Todos son ultrasónicos y su programa de entrenamiento y vuelos de prueba diarios es importante.

Años atrás una muy inteligente colega argentina que nos acompañaba en un paseo por el National Museum of Air and Space (Museo Nacional Aéreo y del Espacio) en Washington D. C. me advertía de “lo militarizado” de Estados Unidos, donde más del 60% de los objetos de ese museo eran aviones militares de diferentes épocas, desde los cazas Mustang P-51 a los jets Sabre F-80 o los Mc Donnell Douglas.

Se exhibe la cabina de un bombardero de la Segunda Guerra Mundial que supuestamente vuela sobre Alemania, donde suena la música de una banda de jazz de fondo (quizá la Glenn Miller Big Band) y se oye la voz de los pilotos: cinco maniquíes con ropa de vuelo, en un ataque sobre Fráncfort o Hamburgo. Claro que también hay una reproducción del Aguila (Eagle), la nave de la Apollo XI que llegó a la Luna y la voz de Neil Armstrong señalando situación y aproximación. También se ve por la ventanilla, en una proyección auténtica, el grisáceo suelo de la Luna.

Otro caso cercano es la confusión que se produce cuando supuestos avistamientos resultan ser del “Lucero del Alba” (o sea, del planeta Venus, que en las madrugadas brilla en el límite del horizonte al este o luego al oeste, con toda intensidad, gracias a su espesa capa de nubes). También en otros casos especiales hubo lanzamientos de cohetes (misiles) para analizar la atmósfera a gran altura, especialmente uno en Inglaterra al que Davies desenmascaró.

Hay estados del Viejo Mundo que reconocieron y han establecido investigaciones sobre los ovnis. El Gobierno británico ha registrado 11.000 casos desde 1950. Tras años restándole importancia a este estudio, en fecha reciente hizo público un buen fajo de archivos de ovnis a instancias de la ley de libertad de información. Pero finalmente se indicó que “sea lo que sea ese residuo, no se trata de la obra de alienígenas. El gobierno no niega que se vean cosas extrañas en el cielo”, concedió un portavoz. Pero por otro lado “ciertamente, carece de pruebas de que hayan aterrizado en nuestro planeta naves espaciales extraterrestres”. En su momento el Gobierno de Francia informó sobre los 800 casos de los “crop circles” en un solo año. No dio conclusiones, solo señaló que son absolutamente extraños, pues el pasto no está cortado, sino “peinado”, como conté antes en otro artículo de esta serie.

A todo este menjunje contribuye en gran forma la tarea de difusión que algunos reconocidos mistificadores hacen de todo lo observado a través de miles de años. Incluido lo que alguna vez vio el profeta Ezequiel, quien caminaba junto al río Chebar, en la tierra de Caldea, cuando contempló un brillante torbellino del cual emergieron cuatro extrañas criaturas aladas, que de manera superficial “se asemejaban a hombres y que venían acompañadas de cuatro ruedas voladoras que brillaban cual si fueran de metal bruñido y que al cabo de algún tiempo se elevaron del suelo y se fueron volando...”.

Algunos de los investigadores más serios son confiables hasta cierto punto y han escrito varios tratados en los últimos años. Nos permitimos nombrar a estos, que puede buscar vía Google: David Jebson, phd; Jason Martell; David Childress; George Noory; Stanton Friedman y varios más. Hay programas sobre el tema que se difunden por TV por cable que capturan la atención de cientos de miles de fanáticos, que, sin haber visto jamás nada, están convencidos de “la verdad de la milanesa”.

De los añejos, puedo mencionar al uruguayo Fabio Zerpa, que insiste en si hubo o no consumo de vino entre los avistadores, como una manera de descartar que fue una visión de ebrios. A Zerpa lo entrevisté en el programa de TV salteño que dirigía en los ochenta. Le mostré una foto en colores de la zona de Lesser, donde aparecía un pequeño objeto alargado. Me dijo que se trataba de una falla de revelado del laboratorio fotográfico. No pidió ver el negativo... No me pareció nada serio.

Más popular es el mexicano J. J. Benítez, que quiere convencernos de que ha habido cantidad de “abducciones” (secuestros de terrícolas por aliens) y el popular Erich von Daniken, que dice que determinadas figuras talladas en piedra hace siglos en cuevas rupestres del Ecuador y México son evidencia de antiguas visitas alienígenas y que hay figuras de “sujetos que portan cascos similares a los de astronautas de hoy”. No hay que olvidar a Allen Hynek, que tuvo en sus manos el proyecto “Libro Azul”, luego descartado.

Como me señaló un amigo fotógrafo hace pocos días: “Esos fantaseadores (famosos autores de libros) pasaron de moda hace rato. A mí ya no me convencen. Cuando era un muchacho creía que eran una realidad. ­Pero ahora nones!”.

Y bueno, si alguna vez ve algo, cuéntelo a sus íntimos o busque la vía en internet y hallará una tonelada de observaciones similares cada día en distintos y lejanos lugares.

Yo jamás he visto nada anormal en el vecindario de este sólido mundo, lo que no quita que mucha gente se haya convertido a pie juntillas, en absolutos creyentes, como si profesaran un culto religioso, y están aguardando un reencuentro...

Fuente: eltribuno.info (columna de Willy Wilde)

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