Esta semana he querido hacer un alto en los comentarios relativos a las profecías mayas para homenajear a un hombre que revolucionó la ciencia (fue el inventor no reconocido de la radio), aunque la sociedad de su época, no lo apreció como tal. El viernes 10 de julio, el mundo entero conmemoró el natalicio número 153 de Nikola Tesla.
Este científico revolucionó la teoría eléctrica desarrollando las bases para la generación de corriente alterna. Durante veinte años trabajando para Edison, realizó un gran número de descubrimientos que suenan a ciencia ficción extravagante. Se dice que confeccionó una máquina para producir terremotos que, de paso, puede controlar el clima y crear lluvias torrenciales, sequías y tsunamis a voluntad donde uno ponga el dedo.
Lo cierto es que Tesla pudo encender 20 ampolletas a 40 kilómetros de distancia sin necesidad de cables, desarrollar lo que 50 años más tarde, sería el rayo láser y generadores eléctricos que extraían energía de la tierra y la atmósfera. Él sabía que el movimiento del planeta genera una cantidad de electricidad ilimitada que reposa sobre nuestras cabezas a diario.
En 1901 inició la construcción de una enorme torre de 65 metros con un terminal esférico de 20 metros de diámetro que aprovechaba las inmensas vibraciones eléctricas del planeta para conseguir energía ilimitada de la tierra y a bajo costo, la cual sería transmitida gratuitamente a todo el mundo lo que le valió el desprecio de la comunidad científica y los inversionistas, que ya le habían adelantado dinero para su megaproyecto. Por razones desconocidas, el proyecto se paró a mitad de su construcción. ¿Qué hubiera pasado si su idea hubiese seguido adelante? ¡Usted jamás hubiera pagado la cuenta de la luz! Mas en el mundo hay siniestros intereses económicos que lo impiden.
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