jueves, 4 de marzo de 2010

Más allá del Grado 6


Sin lugar a dudas, el reciente terremoto 8,8º en la escala de Richter (que mide la intensidad del sismo) en nuestro país, no sólo nos ha removido el piso, si no que también nuestras conciencias. Hasta hace poco, todo el mundo estaba contento y alegre disfrutando los últimos días de sus vacaciones antes que se apareciera el temido marzo. Acá en la región, todos estaban pendientes del Festival de Viña y del destape chistoso del “Así Somos”. En la última noche festivalera, se le cuestionaba a Arjona el adelantar su show, cosa que podría dejar la galería vacía para el asunto de la competencia y la presentación de una tal “Fanny Lu”. Al final de cuentas todo se fue a la mier...

En mi caso, poco antes del sacudón, me encontraba en mi casa en Playa Ancha, acostado escribiendo en mi notebook algunas escenas de mi novela “Trularia, el reino olvidado”, historia que cuenta las aventuras y desventuras de uno de los reinos de la legendaria “Atlántida” antes de que un cataclismo la sepultara bajo las aguas del océano que hoy lleva su nombre. Tal como le ocurrió a cada uno de ustedes, en un principio, pensé que era un simple sismo de mediana magnitud, pero pasaron algunos segundos, y un fuerte movimiento de abajo hacia arriba hizo que mi sistema de alarma alojado en mi cerebro, se activara y dije “¡recórcholis, está temblando fuerte! (Bueno, en realidad no lo dije exactamente así, pero es para evitarme garabatos de grueso calibre). De inmediato desconecté todos los enchufes y me levanté mientras veía cómo mis gels, desodorantes, colonias y latas de cerveza se iban al suelo. Solo vestido de polera y boxer busqué un pantalón que me lo puse a tientas, porque se cortó la luz. Los gritos se oían por todas partes y se sentían caer cuadros, vasos y cosas por el estilo. Ya pasada la “movida” me aseguré que todos mis seres queridos estuviesen bien. Los minutos siguientes fueron de incertidumbre. No funcionaba ninguna radio y los colectivos pasaban a cada rato dejando a los pobres weones que se encontraban carreteando en el plan porteño.

A eso de las 4:20, creo, oí las primeras voces desde radio Bío Bío Valparaíso que iniciaban una transmisión maratónica. Yo juraba de guata que el epicentro era por acá cerca: Quillota, San Felipe o Santiago, pero no, avisaron que la cosa era en Conce... ¡chucha! ¡Mansa cagadita! Pensé. A medida que pasaban las horas me enteré que la Armada descartaba la posibilidad de un tsunami, pero cuando comenzaba a amanecer informaban que varias localidades costeras habían sucumbido por “grandes olas”. Luego de eso, me dormí y al despertar, cuando había regresado la luz, prendí la tele y conocí los pormenores que todos ustedes conocen de memoria: los edificios caídos, la gran cantidad de muertos, gente desaparecida, los saqueos, el caos, etc.

Si hay algo que reflexionar, es que por más que nos hayan dicho siempre de que Chile es un país sísmico, nadie, absolutamente nadie, estaba preparado para lo que iba a pasar. Incluso, quienes denunciaban las cosas que podrían suceder, eran tratados como “alarmistas”, cosa que le sucedió a la gente de “Nat Geo” que hizo un documental tipo “2012" en Valparaíso. Muchos nos reímos de un artículo publicado en LUN (el 31 de diciembre) de un vidente salvadoreño llamado “Mago Yin” que decía que este año iba a haber un mega cataclismo (y de paso contó que a la Roja le iba a ir la raja en Sudáfrica). Los expertos en construcción habían dicho que muchos de los edificios nuevos no iban a resistir si quiera un grado seis. Dicho y hecho. ¡El Shoa vale callampa! ¡La Onemi vale callampa! A la cabra chica que dio el aviso de maremoto en Juan Fernández deberían hacerle un monumento. Uno ve la tele y se deprime más, incluso, da cosa comerse un rico pan con huevo, tomate y cebolla a la hora de la choca, porque pienso en el pobre Iván Lara de 7 años que se quedó huérfano en Constitución cuando, hasta la semana pasada, disfrutaba de unas hermosas vacaciones junto a sus padres...

Señores, más allá del grado 3 sentimos que algo no está bien, más allá del grado 4 nos alarmamos, más allá del 5 se nos viene un achaque, más allá del 6... sentimos que el mundo se nos viene encima... Ya nada es como antes, pocos serán los que pensarán vivir en un departamento y menos los que querrán vivir a orilla del mar. Sólo espero que el despegue definitivo no se produzca dentro de 30 años más, cuando quizás, otro terremoto joda toda la zona central. No quiero más odio entre los chilenos. Como diría Juanes, es tiempo de cambiar el odio por amor. Todo pasa por algo. En el mito de la Atlántida se mencionaba que fueron los “dioses” quienes la castigaron por el mediocre estilo de vida de sus habitantes, que estaban preocupados sólo de las cosas materiales, y la posesión y el arribismo eran más fuerte que la preocupación por los demás... Que no nos pase lo mismo.

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